La fragilidad llega a todos varias veces en nuestra vida; por pérdidas de seres queridos, pérdida de la salud y cambios drásticos en nuestra vida. Sin embargo, no nos damos cuenta que cada momento de caos termina tarde o temprano.
En mi propia experiencia, cuando sentí que podría romperme como un cristal y caer en mil pedazos supe que estaba frágil y desamparada, pues nadie podía ayudarme en algo que solo yo estaba experimentando, y entonces todo se convirtió en caos. No encontraba salida pues no había salida, tendría que atravesar exactamente por en medio del caos como si éste fuera una enorme nube gris llena de rayos y centellas. La pérdida de mi salud y el miedo a morir eran mis únicos compañeros internos. Aprendí que morir varias veces en esta vida es una realidad, así como renacer esas mismas veces.
La pérdida de la salud se fragmenta en varias pérdidas haciendo que entremos en duelos y cada duelo es un cambio en nuestra vida; perdemos el rol que teníamos en la familia y la sociedad, perdemos nuestra forma de sustento, perdemos todo lo que conocíamos como una vida estable, perdemos amistades pues nos aislamos, perdemos todas las expectativas que teníamos para el futuro.
Cuando todo se derrumba se inicia el caos interno. El caos tiene la posibilidad de darnos energía para seguir adelante, pues podemos ir reconstruyendo nuestra vida con cimientos más fuertes y verdaderos.
Tuve la fortuna de encontrar personas que con su sabiduría y experiencia me acompañaron en el camino, sin embargo, el trabajo interno tenía que ser solo mío y en ese punto aprendí que la soledad es una gran aliada. Pude sentir lo que no se puede ver ni tocar y además experimenté el trabajo corporal y meditativo, aprendí a estar conmigo misma amándome y perdonándome. Una práctica y experiencia muy reveladora y hermosa fue el recordar los momentos en los cuales mi papá y mamá me llenaron de cariño, amor y cuidados. Reconocí que en el cuerpo hay espacio para todas las emociones y que el corazón lleno de amor y compasión nunca nos traiciona.
El camino en la pérdida de la salud termina cuando llegamos a la línea final, cuando morimos, pero ¿qué camino no termina ahi? la buena noticia es que podemos caminarlo en tranquilidad y dicha. Debemos vivir el duelo como un proceso natural para acabar con la resistencia al dolor, abrirnos a lo que realmente es. El Duelo no es algo que superemos, es algo que incluimos en nuestro interior, es un camino de vida.